El personal amable y acogedor creó un ambiente de cena en una cocina de amigos cercanos. La decoración de los años 70 de la mejor manera le dio a este restaurante una sensación de gloria pasada.
La comida era típica portuguesa con lubina a la parrilla que era perfecto y filete que podría derretirse en la boca. Mi única crítica fue la mousse de chocolate. Sin embargo presentaron un postre de manzana horneada que me recordó a la de mi madre. Y el precio era genial.