Nos acercamos un domingo, sin reserva, con la intención de disfrutar de una comida típicamente portuguesa. No hubo problema, a pesar de que el local estaba casi lleno (buena señal, de entrada).
Es destacable la atención y la amabilidad de Patric y de Andrea, las sugerencias de bacalao (a bras y pescador, exquisitos), el vino blanco de la casa, los postres (la mousse de almendra, memorable), y los pingados (¡qué cafés!, no descubro nada nuevo).
Y pudimos comprar también vinos blancos y tintos de la zona, que iremos probando.
Todo ello, vinos incluidos, por menos de 80 €.
Aunque no podía haber concluido de mejor forma el almuerzo que cuando Matilde, la propietaria y cocinera, pasó por el comedor y tuvimos la oportunidad de hablar con ella un buen rato, de la historia del local, de los platos, de nuestros viajes recíprocos a España y a Portugal. Y acabó mostrándonos la Taverna de Matilde, en la planta baja del edificio, solo para cenas (menú y ambientes distintos de los disponibles en Arco-Iris, para los almuerzos y en la planta superior). Una delicia.
Es sobradamente conocida la amabilidad y la cercanía de nuestros vecinos portugueses. Matide y su equipo elevan el listón un poco más.
José Antonio N
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04 Setembro 2024
10,0